Aunque no lo sepáis, existe otro
mundo entre las plantas y macetas de tu terraza, y si no que se lo digan a
Noah.
Noah es un niño, al que le gusta
mucho buscar bichitos. Al principio le
daban un poco de asquito, supongo que como a muchos otros niños y niñas, pero
un dia descubrió que estos insectos eran muy necesarios para unos seres que
vivían entre las plantas. ¿Queréis saber cómo lo descubrió?
Una hermosa mañana Noah y su
familia se fueron a pasar el día al campo, Ian era su hermano pequeño, era un
trasto y Noah que era un niño muy, pero que muy responsable, siempre iba detrás
de él cuidándolo para que no le pasara nada malo.
Ese día Ian se dedicó a levantar
todas las piedras que encontraba, en una de ellas, había un agujero en la
tierra, y Noah pensó que encontraría algún gusanito y, como era muy curioso, se
entretuvo en hurgar con un palito.
-¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡NIÑO!!!!!!!!!!!!!
Estate quieto que me rompes la casa. Se oyó una voz que provenía del agujero.
Noah se cayó de culo. Del
agujerito había salido un viejecito con una barba blanca hasta los pies y
apoyándose en un bastón.
Noah se refregó los ojos varias
veces sin creer lo que estaba viendo.
-Lo siento, no sabía que vivía
nadie en un agujero tan pequeño.-
-Sí, claro!! Excusas, siempre las
mismas excusas, los jóvenes de hoy no respetáis nada. Seguro que estabas
matando ”bichos”, pues que sepas que son
mis amigos. Te voy a dar tu merecido. –
Movió su bastón y salió una especie de polvo de color rosa intenso, que le
produjo al niño una gran picazón en su naricilla de repente.
-A a a a a chus!!!! - Dio tal
estornudo que el pequeño ser salió volando mas allá.
- Qué exagerado!!! – Se levantó y
caminó hacia Noah
-Jo!!! Cómo picaba ¿Qué era eso?
– Cuando se dio cuenta era más pequeño todavía que el anciano. – Pero… ¿Qué me
has hecho? Soy más pequeño que tú. Quiero ir con mi mama……..
-Tranquilo que solo será un
momento, te voy a enseñar unas cosas de mi mundo para que después no vuelvas a
matar a ningún bicho. No te vas a quedar así para siempre, no tengo yo ganas de
ver niños a mí alrededor.- Se dio la vuelta refunfuñando.- Enseguida estarás con tu madre. Sígueme. – Y
comenzaron a caminar.
Noah estaba un poco asustado,
pero a la vez lleno de curiosidad. Y le siguió.
Entraron por el agujero de la
tierra. Era como un pasillo estrecho, allí había una puerta, y entraron. Era la
casa del viejo, pasaron por el medio, y al otro lado de la casa había otra
puerta.
El viejo saco una gran llave y
abrió la puerta, y al otro lado todo era de su tamaño, había más casas, con sus
chimeneas y gente por las calles.
-Buenos días, maestro- Le decía
la gente que pasaba por su lado. El sólo levantaba el bastón y refunfuñaba.
Noah pensó que era un abuelo cascarrabias, pero le caía bien.
De repente, vio pasar un inmenso
saltamontes, se llevó tal susto que se tiró al suelo, cuando miró más
detenidamente se dio cuenta que encima del saltamontes iba montada una niña un
poco mayor que él.
De un salto bajó y cayó delante
de Noah –Hola, ¿Cómo te llamas? Yo soy Ana. ¿Qué habrás hecho tú para que el viejo
maestro te haya traído…..?
-Hola, soy Noah y la verdad es
que yo no he hecho nada, era mi hermano el que iba levantando piedras y en una
de ellas había un agujero la tierra y yo quise ver si había una lombriz.
-Bueno, esta excursión te
encantará, ya lo verás.- Le dijo Ana.
-¿Podré luego montar contigo?
- ¡Pues claro! antes de irte haremos
una carrera.
-Ya está bien de tanta cháchara,
vamos, vamos. Gritó el viejo.
Y los niños se despidieron.
Continuaron el camino. El anciano
le enseño muchas cosas, cómo trabajaban y cómo utilizaban a los BICHOS, para
ayudarles en el trabajo y en el transporte.
No tenían coches, contaminan
demasiado, ellos tenían carros tirados por cien pies, volaban en las libélulas,
y se trasladaban como si fueran caballos en los saltamontes. Para arar la
tierra utilizaban a los escarabajos, que tienen mucha fuerza, incluso tenían un
hospital para los bichos, allí ayudaban tanto a los que vivían y trabajaban con
ellos, como a los que llegaban heridos del bosque. Las arañas, que tanto miedo
dan a algunos, tienen el mejor hilo de todos, con esos hilos se hacen cuerdas
para trabajar y construir casas. Con las fibras vegetales y el hilo del capullo
de algunos gusanos hacían la ropa de vestir y la ropa de hogar.
Noah estaba alucinando y cada vez
le gustaba más aquella sociedad.
-Una pregunta maestro, ¿solo
estáis vosotros o hay más por el mundo?
-Qué pregunta, ¿Cómo vamos a
estar solos? Eso sería muy triste, en toda la tierra existen muchos poblados
como este, nos comunicamos y ayudamos.
-Pero, en las grandes ciudades,
¿Dónde viven?
-Pues en los jardines y en
algunos balcones, allí tenemos a los controladores y las moscas y abejorros son
los que se encargan de hacernos llegar las comunicaciones.
Noah, cada vez tenía los ojos más
abiertos. -Guauuu…… Cuando se lo cuente a mis amigos no me van a creer.
-Mira Noah, será mejor que no les
digas nada, porque si se enteran pronto estarían los campos llenos de niños
buscándonos y lo único que conseguirían sería romperlo todo. La verdad es que te he traído aquí, para que nos ayudes a conseguir
que la gente sea más cuidadosa con el campo y sobre todo con los insectos,
cuando matáis una mosca, quizás esté llevando algún mensaje importante para
nosotros. Pero sin decir a nadie que estamos aquí, por favor. Ayúdanos a que la
gente no sea tan cochina, ni dejen basura cuando van al campo. ¿Nos ayudarás?
-Por supuesto que lo haré.- Dijo
Noah con una gran sonrisa.
En ese momento llego Ana con dos
saltamontes, -Vamos Noah sube, a ver quien llega antes hasta aquel árbol.- saltaron
muy alto y rápido, como a Noah le gustaban tanto las atracciones de feria, no
le dio ningún miedo, parecía que había montado toda su vida, lo hizo genial y
llegaron los dos a la vez.
-Bueno Noah, ha llegado la hora
de irte a casa con tu mamá. –Le dijo el viejo.
-¿Volveré a veros alguna vez?
-Quizá si te fijas bien entre las
plantas, puedas llegar a vernos. – Ana y
Noah se dieron un fuerte abrazo, de los que se dan los amigos verdaderos.
-Adiós Noah, recuerda que en el
campo hay mucha vida. -Sacudiendo su bastón el viejo Sabio hizo salir otra vez
esos extraños polvos.
-Noah, donde estás?? - Oyó la voz
de su madre.
-Estoy aquí, mamá- se levantó de
repente del suelo, era como si hubiese estado durmiendo.
De camino a casa, su hermanito Ian,
se durmió mientras escuchaba la fabulosa historia que contaba Noah.
-Menuda siesta se ha echado Noah,
para soñar todo eso.- Dijeron sus padres. Noah sonrió y mirando por la
ventanilla pensó en el dia en que sus padres lo llevarían otra vez al campo.
